La reacción natural de la persona que sufre una traición es cuestionarse. La pregunta constante es ¿Qué hice mal para merecer tal traición? En ocasiones esto le lleva a una autoevaluación negativa y a la sensación de que es responsable por lo sucedido. A veces, asumir la culpa puede ser una forma de autoprotegerse emocionalmente o de suavizar el peso de la traición. A menudo se enfatiza en nuestras comunidades de fe la importancia del perdón y de la compasión hacia los demás. La víctima de la traición no solo se siente culpable, sino que también comienza a abrazar las “enseñanzas” sobre el perdón con extremismo, desalojando al victimario de su responsabilidad y auto proclamándose culpable. Su pensamiento le cautiva en una red donde erróneamente piensa que debería haber sido más comprensiva o que sus propios errores han provocado la traición. Las expectativas elevadas sobre el matrimonio florecen, todo lo “bueno” que las demás personas expresan sobre sus relaciones, comienza a reforzar este sentimiento de responsabilidad personal por la agresión.
Querido lector, es esencial recordar que la culpa jamás sanará tu corazón. La persona traicionada no merece el látigo emocional. Escúchalo bien, ya fuiste victima en manos de otra persona, no seas víctima de ti misma! Tienes derecho a llorar tu dolor y a estar vulnerable, pero después de esos momentos desgarradores, debe renacer en ti el valor, amor, y respeto que Dios te ha otorgado para que no seas víctima, sino más que vencedora!
Aceptar que aquella persona en quien confiabas y a quien amabas te falló es una tarea difícil, pero necesaria poder comenzar el proceso de sanidad del corazón. No solo tu corazón debe sanar, también tu confianza, tus pensamientos, como te ves frente al espejo, como te admiras y cautivas a ti misma. ¿Qué más te puede ayudar? Buscar el apoyo espiritual y emocional de un profesional, consejero, coach, líder, o persona de confianza. Es necesario tomar la decisión personal de aprender a sobrepasar los embates de la vida. Estos jamás cesaran, pero nuestra actitud ante ellos será cada día más asertiva y beneficiosa si la abrazamos con intención.
Jamás olvides que el perdón y la compasión hacia uno mismo son parte integral del proceso de sanación, y que Dios estará siempre presente para ofrecerte consuelo y apoyo en tiempos de dificultad. Él te dará sabiduría para que un día puedas volver a sonreír.
¡Si necesitas comenzar el proceso, quiero ayudarte!
Lindo día,
Dra. Dórily
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